sábado, 23 de abril de 2011

¿A la mexicana?


Competencias a la mexicana

-Todo sirve para algo
Felipe
-Pero nada sirve para todo
Mafalda

Tan lejana y tan vigente es Mafalda (Quino, 1973) que, en cuanto me dicen que todos debemos cubrir competencias básicas, genéricas y especializadas, no pude evitar recuperar este diálogo. Así como “nada sirve para todo”, “nadie sirve para todo”. Y aunque podamos estandarizarnos con esta búsqueda del “grial” del desempeño laboral, nuestra contingencia y nuestra condición de humanos, unido ésto a nuestras “competencias” culturales, hace casi imposible que en verdad las pueda mostrar un sujeto, todas ellas, todo el tiempo.

Mientras no se establezca con claridad el concepto de competencias y, sobre todo, si seguimos realizando en desorden las actividades de planeación que esta propuesta necesita (pues más que adaptar el sistema educativo, se está forzando el engarze en él), es casi un mounstro tipo “Frankenstein” lo que podría resultar. Además, estas competencias están dictadas desde las necesidades de las empresas trasnacionales que no consideran las enormes diferencias étnicas entre ellos y nosotros; no están consideradas en función de algo central, y tan definitorio como limitante del ser humano: la cultura.



Modelo por competencias

Dos pedagogías están dando qué decir en diferentes foros sobre educación en el pais: El modelo por Competencias y la Pedagogía del talento. Estas propuestas pedagógicas tienen su cuna en Europa (qué raro)y producto de la preocupación empresarial por obtener recursos humanos que optimizen la producción, el crecimiento y el impacto en el mercado. De Europa pasó rápidamente a los Estados Unidos de América y, con un poco más de lentitud, a Latinoamerica. Aquí, en México, por los problemas de traducción, no se ha podido establecer un concenso en la interpretación y aplicación de los conceptos y los procedimientos; aunque si somos honestos, tampoco Europa y Estados Unidos tienen claros los conceptos.

La UNESCO (1999) define a las competencias como “el conjunto de comportamientos socioafectivos y habilidades cognoscitivas, psicológicas, sensoriales y motoras que permiten llevar a cabo adecuadamente un desempeño, una función, una actividad o una tarea”. Lo que, por supuesto, conlleva la presunción de una serie de posibles y potenciales habilidades y destrezas que, a mi ver, resultan casi imposibles de tener. No por incapacidad mental o física, sino por incapacidad humana. Pues, ¿quién y cómo se decide cuáles y cuántas deben ser esas competencias?¿Cuál es la diferencia entre habilidad y destreza?¿Estamos de acuerdo con ella?¿Qué comportamientos socioafectivos son elegibles sobre otros y por qué? ¿Si por cuestiones culturales o étnicas no son elegibles en un grupo, se debe descartar la grupo o peor, discriminársele?





Impacto de la cultura

Es innegable que la comunicación se intensifica y se realza dependiendo del contexto cultural de pensamiento y de conducta. Por eso, en un mundo interconectado, globalizado, se hace necesaria una reflexión profunda sobre cómo activar y desarrollar la comunicación de una manera efectiva.

El ámbito académico y específicamente el del aula, resulta en un espacio “policultural” casi privilegiado. Ser conscientes de las divergencias y de las convergencias culturales, obstaculiza o facilita el acercamiento entre los partcipantes: alumnos con alumnos, maestros con alumnos, maestros con maestros. Con el fin de favorecer la toma de conciencia y la aceptación de otros modos de ver el mundo, debemos prestar especial atención a tres aspectos: actitudes, conocimientos y destrezas. Mismas que son reconocidas y resaltadas por el modelo de “competencias”.

En relación a la primera, para desarrollar una actitud “correcta” (¿según quién? Según yo, en este caso) hacia el multiculturalismo debe trabajarse de manera crítica sobre el concepto de cultura y sobre las ideas acerca de los prejuicios, la discriminación, el etnocentrismo y los estereotipos. La segunda “competencia” −los conocimientos− está vinculada con la capacidad para conocer nuestra propia perspectiva del mundo, para reconocer nuestra identidad cultural, aunque ésta no sea siempre unitaria ni estable. La última de las competencias señaladas, las destrezas, tiene que ver con las capacidades específicas, las técnicas de intervención y las estrategias que se necesitan para trabajar con grupos de distintas culturas, para poder establecer un diálogo crítico y autocrítico. No en pocas ocasiones la pobre convivencia entre los alumnos y los desacuerdos entre los profesores, ha generado tal grado de desconfianza y incertidumbre en la comunidad que parte de la misma, sobre todo los alumnos, prefieren desistir y abandonar las aulas.

Cabe señalar que para esta reflexión sobre el impacto de la cultura en el desarrollo de las competencias o en la elección institucional de éstas, hecharé mano de la tradición que defiende que los patrones lingüísticos determinan el modo en que el individuo percibe el mundo y su forma de pensar. De diferentes patrones, resultan diferentes concepciones del universo y de la vida humana. Humboldt afirma que el lenguaje expresa y modela el espíritu del pueblo, es decir que tiene una forma interior propia, que organiza el mundo. Siguiendo esa línea de pensamiento, Whorf (1979) establece que el conocimiento que un grupo tiene del mundo está en relación con su lenguaje:

Categorizamos a la naturaleza de acuerdo con las exigencias de nuestro lenguaje nativo. No conocemos por observación directa a las categorías y tipos que formamos del mundo de los fenómenos; por el contrario, el mundo se nos presenta en un flujo caleidoscópico de impresiones, y tiene que ser organizado por la mente, principalmente por los sistemas lingüísticos de la mente. (213)

Por lo tanto, existe una indiscutible relación entre lengua, cultura y sociedad, pues al referirnos a la cultura, apuntamos a los códigos conceptuales, a algo que está en la mente de las personas. La sociedad implica patrones conductuales y la regularidad interaccional entre sus miembros. Así, lo social refiere a la descripción de las personas en interacción, mientras que cultura refiere al conjunto de ideas en base a las cuales actúan esas personas.

La lengua es, pues, el medio por el que el hombre crea su concepción, comprensión y valores de la realidad objetiva, actúa como intermediaria entre el sujeto y el objeto. De igual modo, las palabras que escuchamos, las que pronunciamos forman nuestro entorno semántico o clima verbal. Es un entorno que influye sobre nosotros, por eso es importante tener conciencia de ello y no olvidar que las palabras presentan también un significado intencional constituido por aquello que sugiere (connota) en nuestra mente.

Educar en competencias en el nivel superior, parece necesario bajo la conceptualización anterior. Sobre todo si nos referimos a aquellas competencias básicas que, innegablemente, le son inherentes y necesarias a toda sociedad. Sin embargo, tratándose de las comptetencias genéricas y las especializadas, se debería reconocer las necesidades culturales de un pais que es multicultural y diverso per se. Un pais que no cuenta ni con la industria, ni con los recursos, ni con la economía de Europa o Estados Unidos. Un pais que debería provilegiar su propia cultura y re valorar sus propias “competencias” y “talentos”, antes de medirse con la vara de otros, en base a recursos que nos son ajenos.


A la mexicana

En el texto Desarrollo curricular por competencias profesionales integrales de Jesús Huerta, Irma Pérez y Rosa Castellanos, se detallan las necesidades de una profesionalización integral. Es decir, además de dar cuenta de qué entienden los autores por competencias (es “levemente” diferente a lo que afirma UNESCO), refiriéndola como "capacidad efectiva para llevar a cabo exitosamente una actividad laboral plenamente identificada" (iberfop-oei, 1998 en Huerta, sin fecha). Asimismo, nos permite acercarnos y comprender la diferencia entre competencias básicas (lengaje oral, escrito y matemático), genéricas (funciones de la profesión) y específicas (tareas propias de la profesión o rol). Todo desde un enfoque humanista que pareciera tomar un poco más en cuenta las necesidades de una cultura tan afectiva como es la de este pais.

Con una perspectiva un poco más fría realista, José Tejada nos dá cuenta de una revisión más exahustiva de “qué son las competencias”,revisando definiciones que van desde la básica RAE, hasta el concepto enciclopédico. También considera algunas posturas psicopedagógicas para su redefinición. Esto, por supuesto, apunta a una clara incapacidad e imposibilidad de acordar un concepto “globalizado” de competencias, lo que ocasiona los problemas de interpretación y aplicación del modelo, no sólo en este pais sino en el continente de origen y en las propueats pedagógicas relacionadas del vecino del norte. No obstante, en cuanto a la clasificación de las competencias, sí parece inclinarse el autor a una perspectiva definida: la de Bunk. Esta clasificación se hace con una inclinación menos humanista y más empresarial, pues se consideran y denominan como: Técnicas (experto en tareas), metodológicas (experto en procedimientos), sociales (actitudes orientadas a favorecer al grupo) y participativas (experto en dirigir y tomar decisiones). La clasificación anterior, aunque sin el nombre, creo que es la que se considera en las empresas en este y otros paises, no así, el que se considera en el modelo educativo. Esto conlleva enormes contradicciones en el proceso educacional integral, no tanto porque las instituciones no sean congruentes, sino porque las ompresas nos los ven “humanamente”.

En base al análisis que nos presentan los autores podemos concluir que, aparentemente, este modelo propone una pedagogía que reconoce y valora como parte del desarrollo integral del estudiante, elementos tales como la experiencialidad, y no sólo la información o la evaluación cuantitativa. No obstante, a pesar de superponer las habilidades del sujeto a los título de grado académico, muy propio del modelo americano y europeo (quizá de lo poco que considero valioso de esos sistemas económicos-sociales) en México la burocracia y el “papelismo” es mucho más determinante y casi vicioso dentro del sitema inserción empresarial.

La educación superior, hasta ahora y en mi experiencia, no ha planteado la posibilidad de una educación “abstracta” como señala el texto, lejos de la práctica profesional o del “lebenswelt” (mundo vivido); ni siquiera en un área tan abstracta por antonomasia, como es la filosofía. De donde sigo sin comprender por qué es una nueva pedagogía o por qué es la solución a problemas re-conocidos y que en nuestra nación obedecen más a prácticas ya de “cultura arraigada”, no por eso conveniente ni positiva, que a asuntos de teoría pedagógica, en abstracto.

México, como casi todos, o todos los paises en Latinoamérica, tiene la (mala) costumbre de “copiar” modelos extranjeros: económicos, estéticos, pedagógicos, etc. El modelo por competencias no es la escepción y pareciera estar de moda. Una moda algo “retrasada”, si consideramos cuándo aparece este modelo en Europa y que ya se experimentó con ellas y se implementaron durante los años ochentas en el sistema de educación tecnológica del pais. Se dejó de lado en esa área y se ingresó en otras. En la educación media superior y superior, el sistema jesuita, del que un buen rato participé, ya consideraba estos conceptos, con otro nombre, con otros medios. Sin embargo, la enorme cantidad de horas dedicadas al colegio, desarrollando y apuntalando nuestras destrezas y talentos, me hace dudar si lo que se está revisando en las competencias y en la pedagogía del talento, en verdad es novedad, o sólo estamos descubriendo “el hilo negro”.


Y sin embargo...

Toda la discertación anterior no significa que no debamos educar en competencias, sólo señala algunas de las condiciones en que se encuentra en nuestro pais esta propuesta. Asimismo, se trata de presentar las deficiencias y las no muy notorias diferencias con otras pedagogías anteriores y que rara vez consideran en la presentación de las bases de esta propuesta y que, si bien puede que no sean tales, tal vez deberían ser. Me refiero a la propuesta curricular de Mc Laren o a la pedagogía de Giroux, o al propueta curricula de la Dra. De Alba, o a Illich, o a Freyre, y otros cuentos, entre humanistas y críticos, que abogaron por una educación que reconociera las cualidades de los individuos, respetando y reconociendo sus diferencias, integrandolos en una sociedad más tolerante y colaborativa.